¿PNL? ¡Elemental, Watson!

¿Cómo nos comunicamos? ¿Cómo recibimos los mensajes en nuestra vida cotidiana? ¿Cuales son las creencias que condicionan y nos limitan? Me encantaría que todas las personas conocieran las técnicas de una disciplina llamada PNL (Programación Neurolingüistica). ¿Por qué? Porque así podrían evitar cantidades de conflictos: ya sea de pareja, familiares, laborales o sociales. Y podrían observar con mayor claridad esas barreras que nos auto imponemos.

Apasionada por esta disciplina, empecé a investigar y la PNL comenzó a darme respuestas. Por ejemplo: que no todos procesamos la información de la misma manera. Que las interpretaciones de mi mundo son diferentes a las del otro. Y que existen técnicas para trabajar nuestras dificultades.

Cuando ya cursaba el Master, tuve la oportunidad de trabajar como facilitadora en talleres basados en las técnicas de PNL. Fue en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, un jueves santo, donde comenzó a nevar, y la naturaleza nos brindó un espectáculo increíblemente hermoso.
En uno de estos talleres, el tema fueron “los miedos”. Trabajamos usando metáforas que los asistentes debían crear para ilustrar un miedo, y la manera de atravesarlo. El uso de metáforas “engaña” a la mente racional y nos permite ingresar directamente a nuestro inconsciente.

Le pregunté en ese momento: “¿Si tuvieras que atravesar nuevamente ese bosque, te daría miedo?”, se quedó en silencio y me contestó, muy convencida: “No”.

Una de las chicas presentes (Lisa, 22 años), tenía miedo a expresar sus propias ideas. Su metáfora sobre el miedo era la imagen de un bosque encantado, tenebroso, impenetrable. Le pedí que eligiera algo en quien convertirse ( un animal, una energía) y eligió convertirse en un águila, que atravesaba por los aires el bosque, viendo desde otra perspectiva ese bosque. Y observó que detrás del bosque había una pradera verde, maravillosa, con bellas flores. En un “viaje imaginario” guiado por mí, el águila llegó, volando, hasta esa pradera imaginaria y miró hacia atrás. Ahí se dio cuenta de que ese bosque se hacía chiquito. Y que ya no era amenazador. Le pregunté en ese momento: “¿Si tuvieras que atravesar nuevamente ese bosque, te daría miedo?”, se quedó en silencio y me contestó, muy convencida: “No”.

Al final de los talleres, cuando todos comentamos cómo nos había ido con estas técnicas de PNL, ella levantó la mano y dijo: “¡Tanto tiempo buscando una solución a mis problemas, para venir acá, y que en sólo dos días se me ordenen todos los patitos! (se me ordenen todas la ideas)!”.
El comentario hizo que todos estalláramos en risas y que yo estuviera cada vez más apasionada por la PNL.